Desde que tuve a mi guagua puedo decir que amo mi cuerpo, nunca había estado tan enamorada de él. Para mí esto es un PLACER, un placer que jamás me había permitido.

El mismo cuerpo que critiqué por gordo, por flácido, por blanco, por alto… estaba creando vida, la vida de lo más lindo, de mi guagua. Llegar a amarlo no fue de un día para otro, fue un proceso que tuvo dos grandes partes, la primera: observarlo atentamente, asombrarme de su poder y conocer su capacidad. La segunda observar mis creencias sobre el embarazo, el parto, la maternidad y cómo impactaba la sociocultura en mi forma de ver cada uno de ellos. Si pudiera resumir todo el proceso diría que se trató de descubrirme a mi debajo de todas las capaz de información que había en mi cabeza. Descubrir cómo YO quería vivir mi maternidad. Y cada capa que atravesaba me reafirmaba una y otra vez que quería vivirla desde la intuición, la consciencia, el respeto y sobre todo el disfrute.

“Te salió la línea negra en la guata, que feo” escuche un día con dolor y contesté con una risita nerviosa, porque así aprendí a responder a las críticas sobre mi cuerpo, con risa, y porque defenderlo sería ser “demasiado grave”. Si supiera que también se oscurecieron mis pezones pensé. ¿Debería encontrarlos feos? Extrañamente cuando los miro me siento orgullosa, siento amor por su cambio, se están preparando para amamantar y eso me emociona mucho. El día del parto, después de ver a mi guagua reptando por mi cuerpo para tomar su papa, guiada por este mapa mágico, ame mi línea y pezones negros más que nunca.

“Los embarazos te destruyen el cuerpo, ponte crema todo el día que te vas a llenar de estrías”. Así comencé, 3 meses antes de quedarme embarazada a ponerme crema en la guata, glúteos y pechugas todos los días, dos veces al día. Partieron siendo una rutina autoimpuesta por el miedo y terminaron siendo un momento profundo de agradecerle a mi cuerpo por ir creciendo poco a poco y de mimarlo por este gran esfuerzo y transformación que estaba teniendo.

Verme embarazada fue mágico, y verme postparto con el cuerpo más extraño que nunca, fue enternecedor, me emocioné muchas veces hasta las lágrimas y sentí que brotaba de mí un amor y agradecimiento profundo por él. No me importaba bajar lo que había subido, ni estar flaca para el verano que amenazaba llegar en un par de meses. Pero me di cuenta de que la sociedad exige lo otro. Exige que no subas de peso en el embarazo, no por salud, por estética. Te exige que recuperes tu cuerpo lo antes posible, incluso hay una clínica privada que el día del parto te regala 40% de descuento en un gimnasio ¿Cuál es el mensaje detrás de eso? Por qué esa presión constante de que vuelvas a tener tu cuerpo de antes, como decir “aquí no paso nada”, y para que decir la presión de que vuelvas a la pega, que vuelvas a los carretes, que vuelvas, que vuelvas, que vuelvas, yo no quiero “volver” a ninguna parte, estoy feliz aquí, con ella.

Otra de las preparaciones que hice fueron los masajes perianales que en un principio me hicieron llorar de vergüenza cuando me los enseño la kine y luego terminaron siendo espacios sagrados de conexión con mi cuerpo, para que se relajara y abriera cómo canal de vida. Al principio eran 10 minutos: hacer los ejercicios-respirar-relajar. Terminaron siendo horas, donde también fui fortaleciendo el vínculo con mi guagüita para que juntas nos preparáramos para el día de su nacimiento. Y después potentes meditaciones y repetición de afirmaciones de Hipnoparto que me fueron permitiendo observar mi cabeza y ayudarle a que dejara los miedos de lados y se llenara de confianza. Porque si hay algo que nos han enseñado a las mujeres, es a tenerle miedo al parto, para medicalizarlo y que sea un trámite rápido, indoloro y barato para las clínicas. De hecho, es tanto el miedo que han generado al dolor del parto que hacerlo indoloro y con episiotomía es el mejor negocio. Cuando en realidad existen técnicas de manejo del dolor que hacen que el parto sea una experiencia increíble y sentir dolor nos protege de desgarros y otras complicaciones. Parir tiene un ritmo y tiempo, y este lo maneja la sabiduría del cuerpo y la sabiduría del bebe, porque “El cuerpo sabe parir y los bebes saben nacer”. Se necesita tiempo para liberar las hormonas que nos llevan a gozar el parto, que nos llevan a ese estado que llaman “planeta parto”, para vivir la conexión entre la tierra y lo más sutil de lo sutil, con la entrada de otra alma al mundo.

Pero nos llenaron de miedo, nos apuraron y quitaron el placer de parir con calma, con intuición y con amor, nos quitaron nuestro poder de mujer para parir cómo parieron tantas mujeres a través de los años. Y es que el miedo y lo rápido son enemigos del placer de tener un hijo. Gestar, parir, amamantar y criar, necesitan de tiempo, de espacio para conocerse, de crear vínculo profundo, de liberar oxitocina, de hacer de cada minuto un espacio de disfrute, para que se viva la magia que trae. Tuve la suerte de conocer mujeres que había vivido esta experiencia y de encontrar un equipo médico que creyera en el embarazo, parto y crianza consciente y respetada, gracias a ellos aprendí, o quizás re-aprendí cómo hacerlo. Digo “re-aprendí” por qué en el día de mi parto, mi primer parto, sentí que sabía lo que tenía que hacer, cómo si lo hubiera hecho mil veces, había una memoria en mi cuerpo, un poder silencioso muy potente, una fuerza que venía más allá de mí, y de hecho lo vi, en trances entre una contracción y otra vi mujeres que me sostenían y me miraban con amor, ellas ya habían parido y sabían que yo también podía hacerlo, y lo hice, parí, con confianza, con respeto, con consciencia y con placer, con dolor sí, pero con PLACER.

.

28 enero 2025 — Josefa Arentsen